Nunca vi un cielo más gris, ni un mar mas violento, ni una soledad mas desértica,. Mi alma suplicaba perdón por sus herejías y al mismo tiempo la parte que acepta su destino, la parte más fatalista de mi sujeto, parecía ser la única capaz de entender la razón.
Esperar, quedarse quieto, ya no había kilómetros que correr ni centímetros que descansar, solo se podía hacer una cosa, sentarse en la marquesina del tiempo y mirar como las ilusiones escritas en la arena eran lentamente borradas por el agua turbia.
Entonces un pedazo de tu océano se desprenderá de tus ojos, humedecerá tu boca con un beso salado, y borrara la última letra de tu verdadero nombre. Y solo así cuando la última luz se ahogue en la negrura de tus parpados. Podrás sentir golpeando violentamente bajo tu piel, todo el poder de Neptuno.